«Es importante que la vida en los territorios rurales se vea como una opción moderna y con futuro. Y que lo sea»
César Javier Palacios es geógrafo, doctor en Historia del Arte, naturalista y periodista. Ha recibido varios premios por su labor de divulgación medioambiental en prensa escrita y digital. Ha sido redactor jefe de Diario 16 de Burgos, redactor en Diario Claro, Canarias7 y la Agencia EFE. Escribe habitualmente en el periódico 20 Minutos, donde tiene el blog La Crónica Verde. Es también colaborador habitual en Radio Nacional de España, programas ‘El gallo que no cesa’ y ‘No es un día cualquiera’. Ha publicado una veintena de libros y plantado cientos de árboles, pero su mayor orgullo son sus dos hijos. Desde hace 20 años reside en un pequeño pueblo de la isla de Fuerteventura.javascript:false
–¿Cómo definiría un Territorio Rural Inteligente?
–Me parece muy importante pensar y repensar el futuro, que sin duda debe ir encaminado a mejorar la calidad de vida de los espacios rurales como sustentadores indispensables de la economía, la cultura y el paisaje de una sociedad moderna. Todo territorio rural es inteligente y lo inteligente es saber aprovechar esa inteligencia para mejorar nuestro presente y garantizar un porvenir prometedor. Parece extraño tener que decirlo, pero sin el campo no hay futuro.
–Digitalización, innovación y sostenibilidad son los conceptos que vienen asociados al necesario impulso de los territorios rurales, ¿cree que estos conceptos son distintos en su aplicación en el entorno rural, tienen aquí características propias?
–No tienen características propias pero sí problemas propios. La vida en los territorios rurales no es diferente a la que se desarrolla en los territorios urbanos. Todos tenemos las mismas necesidades, las mismas aspiraciones y semejantes problemas. No podemos ver a los pueblos como un mundo autárquico ajeno a las necesidades del siglo XXI, a una educación y sanidad de calidad, cercana e igualitaria, a unas comunicaciones modernas…
Vivas en una aldea perdida o en el chalé de una urbanización de lujo en el centro de la capital, hoy en día las únicas diferencias estriban en la dificultad para acceder a los servicios básicos, tener el centro de salud o el centro comercial a una hora en coche, carecer de transporte público o sufrir una pésima conexión de Internet e incluso de luz eléctrica o agua corriente y saneamiento. Son precisamente esas injustas dificultades las que explican lo duro que ahora mismo supone vivir en un pueblo, renunciando a tantas cosas que todos necesitamos para trabajar, vivir y divertirnos. Sin esa calidad de servicios no puede haber calidad de vida.
Por eso vivir hoy en entornos rurales es una opción más para valientes que para románticos. Y no debería ser así. Debe convertirse en una opción para emprendedores. Y también para disfrutones de la vida que saben que lo bueno que van a encontrar en el campo no se lo va a poder dar nunca la ciudad.
–¿Qué estrategias o medidas considera prioritarias en los entornos rurales?
–Debemos lograr que vivir en entornos rurales no suponga un sacrificio para nadie. Solo llevando al campo los mismos servicios que se disfrutan en la ciudad, enamorando a los jóvenes, reconociendo socialmente el gran servicio que nos hacen pero también ofreciendo buenos sueldos que suplan las deficiencias, lograremos revertir el actual éxodo rural.
–Revertir la despoblación rural e impulsar la natalidad son dos retos nacionales de primer orden, ¿ve en los TRI modelos que puedan crear oportunidades de conciliación o formas de vida más sostenibles que contribuyan a resolver estas cuestiones?
–Todo pasa por los jóvenes. Es importante que la vida en los territorios rurales se vea como una opción moderna y con futuro. Y que lo sea en realidad. Nadie vive de comer margaritas. Los Territorios Rurales Inteligentes pueden ofrecer esa modernidad que atraiga talento joven a los pueblos, garantizando sus necesidades básicas y aportando la calidad de una vida que, entonces sí, estará llena de oportunidades. Cuando se viva mejor en el campo que en la ciudad, todo el mundo se irá a vivir al campo. Porque tampoco nadie vive solo de tranquilidad. Todos necesitamos un trabajo con sueldos y horarios laborales dignos.
–¿Cree que existe el riesgo de crear un modelo que construya nuevas ciudades donde ahora hay pueblos y se termine perdiendo la esencia rural?
–Habría que definir qué entendemos por esencia rural. En un mundo global e hiperconectado la vida de los pueblos no puede quedarse en ámbitos preindustriales. Lo más importante de la esencia rural no está en un pasado que nunca volverá. Está en el desarrollo de un tejido social colaborativo, de pequeña escala pero grandes proyectos, donde los vecinos se conocen y ayudan, abierto y comunitario. Esa red local es, en mi opinión, el gran valor de los pueblos, algo inexistente en ciudades cada día más anónimas. Si queremos que la gente viva en los pueblos, esos pueblos tienen que ser un agradable híbrido que sume lo mejor de ambos mundos, el rural y el urbano.
–Cuando se pone sobre la mesa el marco en el que deben desarrollarse los territorios rurales inteligentes se tiende a pensar nuevos nichos económicos más allá de la agricultura y la ganadería que están tan fuertemente arraigados a estos territorios, ¿deberían estas nuevas políticas buscar también la manera de que estas actividades no solo se mantengan sino que se renueven y sean competitivas?
–Es el gran reto, modernizar la economía agroganadera y forestal pero desde la calidad. El error está en caer en la trampa de la producción industrial de alimentos, cara, terriblemente competitiva y sujeta a los vaivenes del mercado internacional. Para lograrlo es necesaria la complicidad de unos consumidores concienciados que apuesten por lo local, por la sostenibilidad ambiental pero también social de lo que compran. Esa es en mi opinión la gran sinergia del mundo urbano con el rural, apoyar con nuestro consumo proyectos fuertemente arraigados en el paisaje. –Igualmente, cuando las políticas hablan de innovación se pone el foco en las nuevas tecnologías, ¿falta integrar también la innovación social?
–Sin personas cualificadas la tecnología no sirve para nada. El futuro no son los robots, son y serán siempre las personas. Las máquinas nos permitirán mejorar la calidad de vida al eliminar trabajos tediosos, pero el cerebro y el alma de cualquier proyecto es humano. La innovación social debe ser también el gran motor del territorio rural. –¿Considera que en el medio rural está el principal activo de la sociedad para hacer frente al cambio climático?
–Sin duda. Se llama bioeconomía y es el futuro para luchar contra el cambio climático y al mismo tiempo contra el despoblamiento rural. Debemos poner fin al consumo lineal de usar y tirar y volver a aprovechar de manera eficiente los productos renovables que genera la naturaleza como siempre se hizo en los pueblos, donde nada se tira a la basura, todo se usa y reutiliza. Solo con un medio rural vivo seremos capaces de solucionar los grandes retos ambientales que el futuro nos depara, urbanos y rurales, apostando por una economía verde procedente del campo ¿De dónde si no?
«Sin una calidad de servicios no puede haber una calidad de vida»